
Todo lo que ocurre en el medio exterior es procesado en nuestro cerebro límbico, dándole el matiz emocional al experimentarlo.
Son comportamientos mamíferos: el amor, el odio, el altruismo, el deseo, los celos, la angustia, el temor, la culpa, etcétera.
En el se encuentran: el tálamo, que regula los comportamientos afectivos, la región septal, vinculada a la sexualidad, los bulbos olfatorios, que nos conectan a través del olfato y las manifestaciones respiratorias con las emociones, la amígdala que permite la expresión oral de las emociones, el hipotálamo, donde se generan los químicos como serotonina, endorfinas, y otra gran cantidad de ellos, es el centro del placer y del dolor, y el hipocampo, relacionado con la memoria a largo plazo y las emociones.
Nuestro cerebro límbico, permite el clima emocional para propiciar la motivación al logro, ya que trabaja con una serie de neuroquímicos que propician el impulso para dar órdenes al cerebro reptil de movilizarse para efectuar el deseo, o lo que queremos alcanzar. A la forma efectiva de alcanzar lo que nos mueve o motiva se le ha denominado Inteligencia Motivacional.
En síntesis: este cerebro se caracteriza por el sentir.
Velasquez B. Bertha, Calle M. María, Remolina Nahyr. (2006). Teorías neurocientificas del aprendizaje y su implicación en la construccuón de conocimientos de los estudiantes universitarios. Tabula Rasa. Julio-Diciembre. Número 005. universidad colegio mayor de Cundinamarca. Bogota, Colombia.
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